Bamburgh: Mi castillo a la orilla del mar


Creo que jamás se me ocurrió, ni siquiera cuando era niña. Ayúdenme con esto, cuándo pensaban -o siguen pensando- en princesas, príncipes y castillos, ¿dónde exactamente se encuentra el castillo?

Creo que los míos siempre estaban en medio de un bosque, o arriba, en algún lugar de una alta montaña. Tal vez se deba a que en México, bueno, los castillos no abundan - está el de Chapultepec en la capital y no hay más, hasta donde yo sé-, y quizás mi cerebro únicamente procesaba que en la playa sólo puede haber un tipo de castillos: los de arena.

Aunque desde que llegué a Inglaterra la idea apareció,  ya saben "no hay tiempo que no se cumpla, ni plazo que no se venza", este era el momento, así que con ustedes: Bamburgh, MI -ya lo aparté y creo que si me meto de actriz en Televisa, sí me alcanza para pagarlo ;) - castillo a la orilla del mar. 


Tomamos un autobús local que recorre la costa Noreste de Inglaterra desde Newcastle. Bamburgh está aproximadamente a 2h de camino -quizá menos o más-. Al bajar, el castillo estaba ahí, imponente. Pero había sido un camino largo y no queríamos que el hambre nos distrajera una vez que empezáramos a explorar el lugar. Así que el primer destino: hora de almorzar! 

De aquel almuerzo mi único y más feliz recuerdo es este:

El helado casero más delicioso en la historia de la humanidad, bueno, por lo menos uno de los más deliciosos: yo pedí una bolita de helado de miel y otra de plátano. Dios! algo me dice que a eso sabía el elixir de los dioses, jajaja. 


Con helado en mano, subimos hacia el castillo y nos detuvimos a la entrada a contemplar el paisaje. De pronto una mujer de pinta latina se nos acercó y nos preguntó en inglés de dónde éramos. Resulta que ella era mexicana y acababa de visitar el castillo con su esposo, platicamos por unos minutos y luego nos ofreció sus boletos de entrada (muchas gracias!). Nada perdíamos con intentar usarlos.

En la caja le mostré los boletos a la vendedora, le platiqué que habíamos ido a almorzar al pueblo, que si podíamos usar esos boletos para entrar. Jamás dije que habíamos salido del castillo para almorzar, tampoco dije que esos eran nuestros boletos -ni de alguien más-. No dije una sola mentira. parece que la mente humana tiende a completar las historias con la información que posee...

Y entramos. Mi acompañante estaba un poco sorprendido con mi "habilidad inconsciente". La cosa es que yo no soy buena para mentir, cualquiera que me conozca sabe que mi cara es un libro abierto. Además, no me gusta hacerlo. Aunque, la omisión es mentir? Tal vez sí, pero al parecer, eso se me da mejor jajaja

En realidad no era para tanto, vimos a varias personas -la que más me divirtió fue una viejita- pasar por el estacionamiento, sin pagar.

El punto es que ahí estábamos, y que bonito era todo!




El castillo original se construyó en la Edad Media, pero de ese ya no queda prácticamente nada. Esta es una remodelación que hizo Lord Amstrong, quien fue un científico-ingeniero importantísimo en la Inglaterra del siglo XIX. El castillo aún le pertenece a su familia, quienes decidieron abrirlo al público -y cobrar por ello ;) -, aunque en serio que lo vale. El lugar está muy bien conservado y la vista desde ahí es magnífica en cualquier dirección.





Al fondo el molino de la propiedad, donde se guardaba grano para el pan y otros alimentos. Las aspas se perdieron en un incendio y parece que nadie consideró necesario reemplazarlas. 



Entramos al castillo, y me maravilló ver que la vista no se perdía del todo.



El interior es fascinante, lleno de elegancia y objetos interesantes y/o curiosos. Pero ya lo saben, yo prefiero el exterior, y más en un día tan cálido y despejado.


Tantas emociones habían que celebrarse con una buena comida de pub: creí que no era posible, pero con solo ver la imagen, se me ha despertado un antojo terrible por Fish and Chips!


Terminamos de comer, y una vez con las barrigas llenas decidimos que una caminata pro-digestiva a la orilla de nuestro ya muy querido Mar del Norte, sería la mejor manera para concluir un día tan genial.

Aquí queda claro, habíamos cumplido el cometido: encontramos un castillo a la orilla del mar.


Estas imágenes me recuerdan mucho a Scheveningen, en La Haya, al otro lado del Mar del Norte.



Las algas, el césped marino.



Regresamos al pueblito a esperar el último autobús de regreso. La espera se hizo aún mejor porque compramos otro par de helados y nos sentamos en una banquita frente al castillo. El viento ya soplaba frío, pero yo estaba muy cómoda, en mi lugar favorito en el mundo -aunque me encantó, no me refiero al castillo, pero tampoco les voy a decir cuál es ;) -.


Mucha tierra inglesa últimamente? La próxima aventura involucra autobús, avión, tren y 24 horas de viaje de regreso.

Hasta entonces, los quiere,

Pris

Comentarios

  1. Jajajaja creo saber cual es jajajaja, te quieroo muy lindo el viaje y bueno si que han tenido suerteeee jajajajaja te mando un super abrazo de suri mama jajajajaja ;)

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    1. Cuando vengan vamos a ir a uno que no está a la orilla del mar, pero que casual, también es conocido como Hogwarts ;)

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